viernes, 27 de diciembre de 2013

El Dios del Amor

Viene de "El Dios de Abraham"

Segunda parte.

Dios no solo nos habla a través de los escritos sagrados, Dios habla a todo el mundo, constantemente, la cuestión fundamental es quien le escucha. La comunicación a través de la palabra es limitada, por eso Dios se comunica a través del sentimiento, porque este es el lenguaje del alma. Además del sentimiento como vehículo fundamental, también utiliza el pensamiento, las imágenes y la experiencia. Entonces si disponemos de otras vías ¿Por que hemos dado tanta importancia a la palabra de Dios y tan poca a la experiencia? ¿Por que cuando nuestra experiencia de Dios difiere de lo que hemos oído sobre él, desechamos la experiencia? Mucha gente decide no escuchar, puesto que han decidido oír a otros, aunque hayan vivido hace milenios, con el fin de no tener que pensar en absoluto.

Nuestro pensamiento más elevado, nuestra palabra más clara, y nuestro sentimiento más grandioso, proceden del creador. Porque el pensamiento más elevado es siempre aquel que encierra alegría, las palabras más claras son aquellas que encierran verdad, y el sentimiento más grandioso es el llamado Amor.

Alegría, verdad, amor.

Debemos aprender a discernir el mensaje de Dios. Aquellas personas que están dispuestas a escuchar a Dios, están dispuestas a permanecer abiertas a la comunicación. Cuando escuchamos nuestros sentimientos, nuestros pensamientos más elevados, nuestra experiencia, utilizamos un vehículo más preciso que la palabra. No podemos acceder a Dios a través de la observación externa, sino a través de la experiencia interna.

El ser humano a creado su mitología, pensando que Dios resuelve sus problemas de igual modo que el mismo. Todos los actos humanos están motivados únicamente por amor o temor, que son las dos emociones en el lenguaje del alma. Alfa y Omega, permiten la existencia de lo que llamamos relatividad, sin estos aspectos no podría existir ninguna otra idea. El amor o el temor son los pensamientos promotores ocultos, en lo que se oculta detrás del pensamiento que a su vez se oculta detrás del pensamiento. La energía primaria que mueve el motor de la experiencia humana.

Siempre hemos proyectado en Dios el papel de Padre, imaginando un Dios que juzga, premia, o castiga, pero esta visión simplista basada en nuestra mitología, no tiene nada que ver con quien es Dios realmente. Es un sistema de pensamiento acerca de Dios, basado en la experiencia humana, más que en las verdades espirituales. En vez de crear una realidad entorno al amor, hemos creado una basada en el temor, arraigada en la idea de un Dios terrible y vengativo.

El temor es la energía que contrae, cierra, capta, oculta, acumula y daña.

El amor es la energía que expande, abre, emite, permanece, revela, comparte y sana.

El temor prohibe, el amor quiere. El temor agarra, el amor deja ir. El temor duele, el amor alivia. El temor ataca, el amor repara. Cualquier pensamiento, palabra o acto del ser humano se basa en una emoción o en la otra. No tenemos más elección al respecto, no hay más entre lo que elegir, pero tenemos el libre albedrío respecto a cual elegir de las dos. Si escogemos el amor, experimentaremos plenamente la gloria de Quienes Realmente Somos, y Quien Podemos Ser. No estamos aquí para aprender unas determinadas lecciones, es otra parte de nuestra mitología basada en la experiencia humana, tenemos la oportunidad de saber experimentalmente lo que ya conocemos conceptualmente. Nuestra alma nada desconoce, necesitamos recordar lo que ya sabemos, el alma aspira a experimentarlo.

El alma creada de la misma sustancia de Dios, es parte de el, y aspira a convertir ese magnífico concepto de si misma, en su mayor experiencia, pues en tanto el concepto no se convierta en experiencia es especulación. A esto se han referido mil veces los hombres en las Sagradas Escrituras. Llevado hasta sus últimas consecuencias no podemos experimentarnos a nosotros mismos, como lo que somos, hasta que nos hayamos enfrentado a lo que no somos. Esto es algo de lo que el alma humana es profúndamente consciente, pero que la mente apenas puede concebir.

El espíritu humano, es espíritu puro y creador, a imagen y semejanza de Dios, siempre lo ha sido y siempre lo será, y por tanto desea experimentar lo que conoce conceptualmente. Así pues decidimos  voluntariamente entrar en el universo físico y renunciar a nuestro recuerdo de nosotros mismos, en un acto de experimentarnos, como una parte divina del Todo Divino. En definitiva recordar Quienes Somos Realmente.

En el absoluto no hay experiencia, solo conocimiento. El conocimiento es un estado divino, pero la más grandiosa alegría esta en el ser, y esto solo se alcanza únicamente por la experiencia.

En nuestra mitología Dios Padre es conocimiento, el padre de toda comprensión, el engendrador de toda experiencia, ya que no se puede experimentar lo que no se conoce. Dios hijo, es experiencia, la encarnación de la realización, de todo lo que El Padre sabe de si mismo, ya que no se puede ser lo que no se ha experimentado. Dios Espíritu Santo es ser, la desencarnación de todo lo que el hijo ha experimentado de si mismo, el simple y exquisito existir, posible solo a través del conocimiento y la experiencia. Esta realidad trina es la firma de Dios, y se encuentra por doquier en las esferas de lo sublime. En el ámbito de las relaciones ordinarias, no puede existir nada conceptualizado sin que exista su contrario. En el ámbito de las relaciones sublimes, nada de lo que existe tiene su contrario, todo es uno y todo progresa de lo uno a lo otro, en un círculo infinito.

El mundo es así, es tal y como es porque no podría existir de otra manera, y seguir existiendo en la esfera de físico, los desastres naturales son movimientos de los elementos de una polaridad a otra. Estos sucesos no son creación del hombre, pero si lo es el grado en que estos sucesos afectan a nuestras vidas. El hambre, la guerra, la enfermedad, los desastres naturales, los estados de profunda frustración personal, o las calamidades mundiales, forman parte del más profundo misterio de la vida. Dios no manifestaría su bondad, si solo crease lo que llamamos perfección en torno a nosotros, y no demostraría su amor, si no permitiese que nosotros demostrásemos el nuestro.

El malestar y la enfermedad son el contrario de la salud y del bienestar, y se manifiestan en nuestra realidad física a petición nuestra. Nos ponemos enfermos si a un determinado nivel lo provocamos nosotros mismos, y podemos estar bien en cierto momento, simplemente decidiendo estarlo. Los estados de profunda frustración personal son respuestas que hemos elegido, y ciertas calamidades mundiales son el resultado de la conciencia mundial. Por tanto, Dios no decide tales acontecimientos, simplemente los observa y no los detiene, porque obrar así sería coartar nuestra voluntad, privándonos de la experiencia de Dios, que es la experiencia que nosotros y Dios hemos elegido juntos.

El ciclo del nacimiento-muerte forma parte también de los ritmos de la vida y en la realidad ordinaria todo está sujeto a ellos, puesto que la propia vida es un ritmo, una onda, una pulsación del mismo corazón de Todo Lo Que Es. No debemos condenar todo aquello que llamamos malo en el mundo, simplemente preguntarnos que es lo que consideramos malo, y en su caso, que podemos hacer para cambiarlo. Debemos preguntarnos ¿que parte de nosotros mismos queremos experimentar ante esta calamidad? ¿que aspecto del ser deseo que surja a partir de ahora?, todo es una herramienta de nuestra propia creación, y los acontecimientos se presentan como una oportunidad para decidir Ser Quienes Somos. Esto es así para cualquier alma. Los grandes maestros que han caminado por este planeta lo han sabido, ninguno se vio como víctima aunque muchos fueron realmente crucificados. Cada alma es un maestro, aunque algunas no recuerden sus orígenes o su herencia. Cada uno crea en cada momento, la situación y la circunstancias apropiadas para su objetivo más elevado, y su proceso de recuerdo más rápido.

No podemos cambiar los acontecimientos creados colectivamente, pero si la experiencia interna. Nada es doloroso por si mismo, el dolor es el resultado de un pensamiento equivocado. Es un error en el pensar. El dolor resulta de un juicio equivocado, si eliminamos el juicio el dolor desaparecerá, en definitiva sanaremos. Debemos cambiar aquello que ha dejado de reflejar nuestro más alto sentido de quienes somos. La oportunidad de crearnos a nosotros mismos a imagen y semejanza de Quienes Somos Realmente, es el espacio para producir una realidad de nosotros mismos cada vez mayor, basada en nuestra idea más magnífica de aquello de lo que somos capaces. No necesitamos el temor para poder ser, hacer y tener aquello que es intrínsecamente justo. Nadie nos juzgará, como podría Dios juzgar su propia creación y decir que es mala, si no, nos habría dejado en el estado de perfección del que procedemos. La experiencia del peor resultado posible de nuestras elecciones, decisiones y creaciones será fracasar a la hora de experimentar Quienes Somos Realmente. El secreto más profundo de la vida es que esta no es un proceso de descubrimiento, si no un proceso de creación. Somos parte de la experiencia de Dios, del conocimiento de Dios como si mismo a través de su descendencia espiritual. El objetivo de nuestra alma es realizarse plenamente, ella misma a través del cuerpo como espíritu reencarnado en el reino de lo relativo, llegar a ser la encarnación de todo lo que es, parte de Dios. Este es el plan de Dios, el ideal de Dios, lo que Dios quiere realizar a través de nosotros. Si el mundo existiera en condiciones perfectas, nuestro proceso de autocreación terminaría. Nuestra comunidad religiosa lo tiene claro, y por eso ataca cualquier definición de Dios que no incluya el temor, el juicio, el premio o castigo, así como cualquier definición de uno mismo que no incluya su propia idea del único camino hacia Dios, porque si pensamos que nosotros mismos somos Dios ¿dónde quedaría la religión?

Dios quiere lo que nosotros queramos, el día que realmente deseemos acabar con el hambre, dejará de haber hambre. Nos ha dado todos los recursos, todas las herramientas necesarias para hacerlo, pero si no lo hacemos, el lo respeta. El mundo existe tal y como es porque nosotros lo hemos decidido. Destruimos el medioambiente sistemáticamente y luego consideramos los desastres naturales como un acto cruel de Dios, o de la violencia de la naturaleza. Podemos del mismo modo poner de inmediato fin a todas las guerras, pero tachamos de cruel el sufrimiento, Dios no hará nada por nosotros, que no hagamos por nosotros mismos, esa es la verdadera ley de los profetas. El mundo es como es por nuestra causa y de las decisiones que hemos tomado, o hemos dejado de tomar. La tierra es como es por nuestra causa  y de las decisiones que hemos tomado o hemos dejado de tomar. Nuestra propia vida es por nosotros mismos.

Todos nosotros provocamos las condiciones que crean en el ladrón el deseo, o la necesidad de robar, hemos creado la conciencia que hace posible la violación. Cuando veamos en nosotros mismos la causa del crimen, empezaremos por fin, a poner remedio a las condiciones de las que ha surgido. En cuanto a los accidentes debemos aprender a valorar que es una parte del gran mosaico y ocurren porque ciertos elementos del proceso vital se dan al mismo tiempo, de una cierta manera y con unos determinados resultados, que decidimos calificar de desafortunados por razones particulares. Pero es posible que en relación al proyecto de nuestra alma, no lo sean en absoluto. No hay ninguna coincidencia ni nada ocurre por casualidad. Hemos venido aquí para encontrar un plan individual encaminado a nuestra propia salvación, la salvación del olvido de la no realización. Pero creer en la lucha no significa crear una religión entorno a ella, pues el fin de todo no es dicha lucha.

El pensamiento es creativo, y podemos ser y tener cualquier cosa que podamos imaginar, pero atraemos sobre nosotros aquello que tememos. La emoción es la fuerza que atrae, aquello que más tememos es lo que esperimentaremos. Cuando las sociedades enteras piensan de una determinada manera, ocurren cosas asombrosas y no todas necesáriamente deseables.

Dios esta en todas partes, tenemos la idea de que Dios solo se muestra de una única manera, si pensamos que es así miraremos sin ver, nos pasaremos toda la vida buscándolo y no lo encontraremos. Dios está en la tristeza y en la carcajada, en lo amargo y en lo dulce, detrás de cada cosa se oculta un proceso divino. Dios es lo alto y lo bajo, lo caliente y lo frío, la izquierda y la derecha. Dios disfruta con una broma, tiene sentido del humor. Conoce cualquier sonido, cualquier jerga. Debemos hablar con él como con nuestro mejor amigo, puesto que Dios es la vida y la vida es el don, el tesoro inenarrable, lo mas sagrado de todo. Es la sustancia que constituye la vida, no existe nada, absolutamente nada fuera de el. No podemos crear nada, ni un pensamiento, ni un objeto, ni un acontecimiento, ninguna experiencia de ninguna clase que no sea el resultado del plan de Dios, puesto que el plan de Dios respecto a nosotros, es que creemos cualquier cosa, todo aquello que queramos. En esa libertad reside la experiencia de Dios como siendo Dios, y esa es la experiencia para la que nos ha creado a nosotros y a la propia vida. Todo resulta aceptable a los ojos de Dios, como podría rechazar algo, esto significaría que no existe.

Sed fieles a vuestras creencias, y mantened como ciertos vuestros valores, pero examinarlos y reemplazar los que no os sirvan, argumentar a su favor, luchad por defenderlos pero sin hacer daño a nadie. Si hubiera algo parecido al pecado, sería permitir a nosotros mismos haber llegado a ser lo que somos por la experiencia de los demás.

Continúa en "El Dios del Amor II"

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