martes, 25 de marzo de 2014

Cirujanos psíquicos

La primera vez que alguien ve hacer una operación psíquica sobre el cuerpo etérico, le resulta como mínimo sorprendente, en principio parece ficción, un truco real, que en todo caso se intuye que pertenece al mundo de lo sagrado. El trabajo del sanador en estado de trance o semitrance es impactante, pero después de familiarizarse y entender este tipo de sanaciones, la valoración final suele ser el resultado que esta produce, en muchos casos, casi milagrosa. Es evidente y esta totalmente probado, que la alteración del doble etérico ocasiona efectos sobre el plano físico, este desajuste energético en los planos sutiles conlleva la aparición de enfermedades. De igual modo, el ajuste del doble etérico y el regreso de este a su estado de perfección inicial a través de las intervenciones psíquicas, actúa rápidamente sobre las dolencias o enfermedades existentes en el cuerpo físico del paciente.

Aunque esta materia esta llena de controversias, milagros y fraudes, este tipo de experiencias personales que podemos contar con cierta seguridad, nos dan la posibilidad de intentar entender a curanderos como "Pachita", que a través de sus estados de conciencia diferenciados, eran capaces de dar un paso más allá en las intervenciones psíquicas, convirtiéndose en verdaderos cirujanos de lo sagrado.

En la entada "Operaciones psíquicas" publicada en este blog, hicimos una introducción a los conceptos de sanación basados en la física cuántica y la teoría sintérgica, además de diferentes referencias al poder de la mente sobre la materia conocido como psicoquinesis. Describimos el campo cuántico por el cual se realizan las operaciones psíquicas, llamado por David Böhm, el orden implicado, o por los físicos actuales campo espacial, y que la Teoría Sintérgica de Grinberg lo denomina campo sintérgico.

También hemos hecho referencias a los cirujanos psíquicos más sorprendentes que han pisado este planeta. En una entrada anterior "ADN, cuerpos etéricos, y emociones" vimos también la posibilidad de que exista un nuevo campo de energía que desconocemos actualmente y que el ADN se comunica por medio de él.

En el libro “Psicomagia” de Alejandro Jodorowsky, encontramos algunas referencias en México del espíritu descendido del emperador Cuauhtemoc, que convertía a Bárbara Guerrero mas conocida como "Pachita" en una de las curanderas mas afamadas de la historia. Continuando con nuestras investigaciones sobre estos sorprendentes sanadores, hemos encontrado este interesante post en el blog "Las patillas de Asimov"

Las operaciones milagrosas de la curandera Pachita son todo un enigma, según la leyenda que se ha creado a su alrededor, realizaba cirugías psíquicas. Pero no sólo eso, además de poder operar un tumor, por ejemplo, era capaz de materializar instrumentos como tijeras, y órganos para realizar transplantes.

Lorenzo León Diez es el autor del artículo “El cuchillo de Pachita”. León Diez escribe que Alejandro Jodorowsky además de atestiguar varias operaciones, también participó en ellas, tal y como lo hiciera el psicólogo Jacobo Grinberg. Posteriormente, Jodorowsky, debido a un dolor en el hígado, se sometió a una operación con Pachita, escribe León Diez:

Como Jodorowsky ya operaba con Pachita, le declara su dolencia. Al frotarle el vientre con un huevo, como lo hacía con sus pacientes, la santa le informa: “Niño querido del alma, aquí tienes un tumor. Te voy a operar para arrancártelo de cuajo”. Lo ve palidecer y, riendo, le dice lo mismo que alguna vez a Grinberg: "Llevo más de setenta años operando, miles de personas han sido abiertas por el cuchillo del Hermano. Si hubiera ocurrido un percance a alguno de los pacientes, hace tiempo que estaría en la cárcel."

Con una irresistible curiosidad, Jodorowsky decide entregarse a la experiencia para saber qué se siente operarse en tan raras circunstancias. Se quita la camisa. Un par de tijeras aparece en la mano de la curandera. “Hizo un rollo con mi piel y dio un corte. Oí el ruido de las dos hojas de acero. Comenzó el horror. Aquello no era teatro. ¡Sentí el dolor que siente una persona a la que le cortan la carne con unas tijeras! Corría la sangre y pensé que me moría. Después, me dio una cuchillada en el vientre y sentí que lo abría dejando mis tripas al aire. ¡Espantoso! Nunca me había sentido tan mal. Durante unos minutos que me parecieron eternos, sufrí atrozmente y me quedé en blanco. Pachita me hizo una transfusión. A medida que escupía su extraño líquido por el tubo de plástico que me había embutido en la muñeca, sentí que me invadía un agradable calor. Después levantó mi hígado sangrante y comenzó a tirar una excrescencia que tenía. ‘Vamos a arrancarlo de raíz’, afirmó el gran hermano. Y yo padecí, aparte del olor a sangre y de la horrorosa visión de la víscera granate, el dolor más grande que había sentido en mi vida. Chillé sin pudor. Dio el último tirón. Me mostró un pedazo de materia que parecía moverse como un sapo, le hizo envolver en papel negro, me colocó el hígado en su sitio, me pasó las manos por el vientre cerrando la herida y al instante desapareció el dolor.”

En su artículo, León Diez escribe sobre la “explicación científica” a las operaciones de la curandera. Jacobo Grinberg desarrolló la “teoría sintérgica”, mezcla de mecánica cuántica y conceptos inventados por el mismo Grinberg. Miguel Paz ha escrito sobre cómo la teoría de las supercuerdas puede explicar el fenómeno Pachita.

Al final del artículo León Diez afirma: “La existencia de Pachita es un fenómeno médico, místico, cultural, pero especialmente un manifiesto energético. La masa de personas que pasaron por sus manos tuvo un impacto todavía insospechado en la psique popular, es más, historietas como Hermelinda Linda quizá no son ajenas a su actividad. El legado de las terapias como las que propaga Jodorowsky tienen a Pachita en su base. Teorías físicas como la que creó Jacobo Grinberg están sustentadas en las acciones probadas de la chamana; la subcultura de la mexicanidad que permea una vasta gama de expresiones, encuentra en el nombre de Pachita un argumento de su trascendencia e, incluso, el pensamiento lógico más fino, como el del dominico Cocagnac, aceptan la pureza de su espiritualidad. Las ediciones en puerta de la obra de Jacobo Grinberg serán un acontecimiento que renueve su enigmático mensaje que está en la raíz y la superficie de la cultura mexicana.”

El paradero de Jacobo Grinberg se desconoce. Lo que es posible decir con exactitud es que estaba interesado en el mundo de lo paranormal. Grinberg obtuvo el título de psicólogo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Por su interés en los fenómenos paranormales es que en la cámara del sueño de la Facultad de Psicología se llevaron a cabo algunos experimentos con niños que aseguraban poder ver con la piel de las palmas de las manos, visión extraocular. No fueron pocos los problemas que Grinberg enfrentó debido a su curiosidad y, según dejó escrito, casi le cuesta su puesto de profesor en la universidad porque ninguno de sus colegas ha podido aceptar la existencia de ese “nivel de realidad”. ¿A que nivel de realidad se refería?

Grinberg convivió con una curandera llamada Bárbara Guerrero, mejor conocida como Pachita. Según Grinberg “durante las operaciones que realizaba ella era capaz de materializar y desmaterializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas le permitían realizar trasplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales”.

Grinberg presenció una gran cantidad de operaciones, operaciones que resultan inverosímiles; veamos un ejemplo:

El caso más extraordinario y el que me enseñó que realmente no existen límites, fue el de una niña, quien en una operación convencional había sido sobreanestesiada, dejándole su cerebro muerto por la falta de oxígeno. Los padres, desesperados después de ver una docena de neurólogos, dieron con Pachita y le pidieron ayuda. Pachita aceptó y la segunda operación que vi aquella primera noche, fue un trasplante de corteza cerebral en la niña sobreanestesiada.

Durante más de diez años me he dedicado a investigar algunos aspectos de la fisiología cerebral y aunque me considero bastante revolucionario entre mis colegas, jamás me imaginé, ni podría haber aceptado, que una parte del cerebro pudiera trasplantarse de un ser humano a otro. Jamás lo hubiera aceptado de no haberlo visto, pero el caso es que lo vi y eso me trastornó tan profundamente que a partir de ese momento, todas mis concepciones psicofisiológicas cambiaron. La niña era un “vegetal” que no se movía ni hablaba ni controlaba sus esfínteres. En esa operación, y en cuatro subsecuentes, Pachita cortó el cuero cabelludo con el cuchillo de monte y después abrió el hueso del cráneo usando un pedazo de sierra de plomero.

Yo veía eso y parte de mí pensaba que no era cierto y otra que era maravillosamente real.

Después Pachita hizo aparecer una sección de corteza humana, tomó un pedazo en sus manos, le lanzó su aliento y le ordenó que viviera: “¡vive!, ¡vive!”, le gritaba.

Después con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de corteza al cráneo de la niña y con una serie de movimientos extraños, lo dejó depositado allí. Por fin, la herida se cerró después de que yo fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. A eso se le llamaba saturar. La niña fue vendada y devuelta a sus padres.

La operación se realizó sin anestesia, sin asepsia y considerando su magnitud y seriedad, lo que se podía haber esperado como mínima reacción era una meningitis fulminante. En lugar de ello, la niña se presentó a los 15 días para una nueva operación, sin infecciones, sin haberse muerto de shock postoperatorio y con algún síntoma de mejoría. De hecho, después de cuatro operaciones similares a la descrita, yo vi a esa niña empezar a tener movimientos voluntarios, balbucear vocablos, quejarse del dolor y molestias y sonreír, ¡sí! ¡sonreír!

Cuando yo vi sonreír a esa niña y alcancé a comprender los motivos de su alegría, entendí que lo más fundamental es lo de mayor alcance espiritual, lo que cualquiera comprende, lo que se encuentra presente en todos los niveles, lo clásico, lo que se siente como certeza y mismidad.

Para Pachita era cosa corriente abrir cuerpos, aparecer órganos (aportes), realizar trasplantes, etcétera.

Grinberg no sólo fue testigo de una enorme cantidad de operaciones, sino que tuvo en ellas un papel activo, pues los cortes o heridas se cerraban cuando él ponía sus manos sobre ellas: “Supe que debía colocar el algodón sobre la herida y colocar mis manos sobre él. Lo hice y la herida cerró instantáneamente. Me dieron una venda y cubrí el vientre con ella”.

Existen varias fotografías que muestran a Pachita realizando estos milagros, sin embargo, después de leer las descripciones del psicólogo, resultan decepcionantes, ninguna es sorprendente, se trata de imágenes iguales a las que muestran los “cirujanos psíquicos” de Filipinas.

Pachita decía que no era ella quien operaba, en realidad lo hacía el Hermano Cuauhtémoc: “Pachita decía que el espíritu del último emperador azteca trabajaba a través de su cuerpo realizando su trabajo. Ella se introducía a un trance transformando su personalidad y efectuando las operaciones...”.

Todas las historias que sobre ella se contaban motivaron a diversos “investigadores” a acercársele, en palabras de Pachita: “A mí me lleva la chingada con esa gente que viene a curiosear como si esto fuera un circo. Un día vinieron esos, ¿cómo se llaman?, ¡ah sí!, esos de control mental a investigarme. Me llevaron a una casa en la que había rayas de todos colores. Rojas, azules, verdes y negras. Un señor Silva me dijo que yo estaba en la negra. Hágame el favor, ese cabrón me quería nada más para meterme en lo negro. Luego me dijeron que buscara un enfermo con mi mente. Yo qué iba a buscar ni qué carajos. ¿Para qué? Luego otros me llevaron a la zona del silencio en Torreón para que les dijera lo que había allá. Puro pinche desierto y yo allí en medio. Encontré una tortuga y me la traje... Dicen que se paran los relojes y que no se oye la radio pero, ¿para qué sirve eso?, nada más buscan por buscar sin saber y por más que encuentran no se quedan satisfechos. ¡Si yo les contara todo lo que me han llevado a hacer! Un día me dijo un amigo que le ayudara a buscar no sé qué madres, en un terreno. Fui allí y me lo encontré lleno de excavaciones, me dijeron que les reportara lo que sentía y yo me quedé tal cual. Aquí sí que se trabaja, pero yo de eso sé menos que nadie. Yo nada más me voy y viene el hermano y ni me entero... Y luego vienen a invitarme a dar conferencias y yo ¿qué les voy a decir? ¡Se imaginan a esta pendeja hablando en una conferencia! A mí me gustan las buenas obras, las que de veras ayudan...”.

Pachita distinguía entre enfermedad buena y enfermedad mala. La enfermedad buena es aquella que tiene causas naturales y que puede curarse con medicinas convencionales, mientras que la mala es aquella que provocan los “daños”: “Alguien tiene una envidia y la persona envidiada recibe una carga energética que lo enferma... Los daños son las introyecciones de los malos pensamientos de los otros, son las malas intenciones detectadas a niveles corporales... Los celos enredan el espíritu; la envidia provoca daños. Luego es necesario hallarlos y echarlos fuera”. Pachita abría el cuerpo del paciente y extraía el daño; los daños se materializaban en forma de entidades oscuras a las que había que tratar de forma especial: se les envolvía en papel negro (como cuando Pachita supuestamente operó el hígado de Jodorowsky). Estas entidades también eran llamadas seres del bajo astral.

De igual forma, Pachita era capaz de corregir un diagnóstico médico: “Ya sé, dicen que tienes cáncer pero eso no es cierto. Vas a curarte y vienes otro día para ver cómo sigues y para cambiarte tus riñones. No le hagas caso a los médicos, te han debilitado con sus lavadas y técnicas de... ¿cómo se llama? Quimioterapia...”.

Grinberg trató de explicar todos estos fenómenos recurriendo a la mecánica cuántica, la neurología y a otros conceptos de su invención. Dejó claro que los portentos de los que fue testigo eran auténticos: “Muchas personas me han preguntado si lo que describo sucedió tal y como está relatado. La respuesta es absolutamente afirmativa; no existe aquí invención o falsedad; todo sucedió exactamente tal y como se presenta”.

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